La alegría duró poco en Madrid. Lo que tardó Napoleón en tomar el mando y entrar en España con sus tropas. Sin embargo, mientras los franceses contraatacaban, Antonio Alcalá-Galiano tuvo tiempo de cometer la mayor estupidez de su vida. Se casó el 18 de noviembre de 1808 con una mujer cuyo nombre ha olvidado la historia. Era fea como pocas y solo buscaba hacer una buena boda. Antonio, que solo contaba 19 años, se arrepintió del compromiso al minuto siguiente de contraerlo, pero dijo que nunca había faltado a su palabra y se casó en secreto para que no se enterara su amada madre. Para ello se disfrazó de persona pobre y alquiló una anciana para que hiciera el papel de su madre en la parroquia de San Marcos. Así consumó aquel error pese a que estaba arrepentido desde antes de cometerlo. No tardó en separarse.
Antonio era un hombre bastante malparecido, torpe y desmañado, pero todas estas carencias las compensaba con una inteligencia y sagacidad como no tenía nadie en aquella época.
En el primer retrato que le hizo Leandro Honrubia trató de mejorar su aspecto pero no lo logró completamente.
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