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Mostrando entradas de junio, 2012

"El tesoro de Vulturia", entre los más prestados

"El tesoro de Vulturia" , ganadora en 2010 del premio Ateneo de Sevilla de Novela Histórica , figura entre los libros más prestados durante el último año en la biblioteca pública "Cánovas del Castillo" de la Diputación de Málaga , según datos facilitados por la propia institución que se pueden consultar aquí . Concretamente, la novela que cuenta las aventuras de Wulfric , el primer detective visigodo de la literatura mundial (perdonadme la inmodestia), figura en el cuarto lugar, junto a obras tan destacadas como El sanador de caballos , de Gonzalo Giner, y por delante de muchos autores suecos de esos que están de moda ahora y de muchas otras que gozan de potentes campañas publicitarias. Es un orgullo que esta novela, continuadora de " De buitres y lobos" , goce del favor de los lectores en una biblioteca pública, donde la gente tiene acceso a todas las obras habidas y por haber. Muchas gracias a los lectores malagueños.

Diario de Jürgen Toepfer: daño

Nuestra lucha comenzó a tener posibilidades de éxito en el momento en el que el daño que le causábamos al enemigo fue superior al beneficio que obtenían con nuestro expolio. Entonces les resultamos insoportables.  Jürgen Toepfer Mercenario en la R.D. del Congo

Nosotros los culpables

Ya no somos clase media acomodada. A estas alturas de la crisis ni siquiera somos clase media. Nos han apeado de ese prurito tonto que nos hacía creer que estábamos por encima del vecino. Ahora somos todos iguales, o casi todos... o casi iguales. Ya no nos animan a consumir irreflexivamente como hacían hace unos pocos años. Ahora nos reprochan  que pidiéramos créditos para comprar el piso y el coche, para reformar la cocina, para esas vacaciones en crucero o para la comunión de la niña. Nos invitaron a una sociedad consumista y aceptamos con alegría y regocijo. Ahora la culpa de la crisis es nuestra porque gastamos demasiado. Dicen que la gravedad del endeudamiento español no es atribuible al Estado, sino a las familias. Nosotros somos los culpables, pero por dejarnos manipular y no haberles parado los pies hace tiempo. Durante estos años de engaño, además, nos han impuesto su manera de ver las cosas hasta que ha formado parte de nuestros genes. Esto es políticamente correcto; aque

Gracias, presidente

Los representantes se alinean frente a él. Sus rostros son gruesos, sonrosados, frescos y risueños. Allí están todos: los de bata blanca o azul, los de cuello duro o alzacuello, de chistera o bombín, que tanto da. Todos ellos van desfilando ante él, estrechan su mano con inclinación de cabeza. ¡Gracias, presidente!, le dicen dejando paso al siguiente. No falta ninguno, todos tienen algo que agradecerle: un colegio, un ambulatorio, un banco, unos bonos basura... El presidente guiñapea con simpático gesto, tan característico de él. Feliz, apoltronado, ahíto echa la cortina para no mirar por la ventana. Pronto podrá tirar del sedal para recoger lo suyo. La foto es de este blog

Una mazmorra medieval en la Europa del siglo XXI

En las viejas novelas de misterio el culpable siempre era el mayordomo. Daban mil vueltas para embaucarnos, pero el lector avezado ya sabía que el tipo estirado de la levita, de educación exquisita, el que miraba por encima del hombro al protagonista, era el malo. Pero esas novelas acababan cuando el sibilino mayordomo era descubierto y los grilletes se cerraban en sus muñecas. En el Vaticano , no. En el Vaticano la novela comienza cuando acaba la otra. Cuando al mayordomo lo encarcelan.  En el Vaticano, al mayordomo, presunto culpable, lo arrojan a la mazmorra medieval en los sótanos de la basílica de San Pedro . Unos investigadores con solideo y fajín morados han descubierto que Paolo Gabriele es un traidor que ha robado correspondencia privada al papa B16 . Abuso de confianza, sacrilegio.  Nos dice que la policía vaticana (no sabemos si provista de alzacuello o con pica y bombachos a rayas) lo ha arrojado al fondo de una celda, quizá un residuo ahora recuperado de la t

Diario de Jürgen Toepfer: decepción

A veces, al acabar la jornada, me alejo de mis compañeros para sentarme sobre un tronco podrido y pensar tranquilamente al regazo de la noche estrellada. Entonces me pregunto de qué sirven nuestras proezas si nadie las valora.  ¿Quizá nos equivocamos al elegir estas selvas para nuestra lucha? ¿Nos apreciarían más en otras latitudes? Al final siempre me animo diciéndome que los importantes somos los actores y no el escenario.   Jürgen Toepfer Mercenario en la R.D. del Congo