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El Museo del Prado, muy lejos de la excelencia

El Museo del Prado ha realizado en los últimos años un gran esfuerzo de modernización para estar a la altura de las grandes pinacotecas europeas. Para ello ha acometido importantes obras para la ampliación de infraestructuras. El ejemplo más palpable es el denominado cubo de Moneo, esa construcción situada a espaldas del edificio tradicional que incluye en su interior el claustro del monasterio de los Jerónimos.

Pero no solo han sido obras. También ha hecho un esfuerzo por acercarse a los ciudadanos ofreciéndoles nuevas alternativas para que puedan disfrutar de los tesoros pictóricos. Desde la renovación de su página web, que ahora es muy notable, o la instalación de exposiciones temporales que han obtenido gran éxito, como las de Tiziano, Tintoretto o Sorolla, hasta otro tipo de alternativas, como la apertura por las tardes.

La última e interesante idea ha sido la de organizar visitas nocturnas guiadas para esta Navidad. Por diez euros, el museo ofrece la posibilidad de visitar la exposición dedicada a Juan Bautista Maíno (1581-1649) en grupos reducidos acompañados por un guía que explica la figura de este desconocido pintor español, contemporáneo de Velázquez y Zurbarán.

Las visitas se llevaban a cabo entre las 20.30 y las 22.30 horas y permiten además, contemplar también, ya sin guía, la exposición Holandeses en el Prado, en la que se incluye lo que ellos llaman la obra invitada, que es el cuadro de Frans Hals y Pieter Codde La compañía del capitán Reijnier Reael y el teniente Cornelis Michielsz Blaeuw. (1633-37), traído del Rijksmuseum de Amsterdam.

Además, después puedes vagar libremente por estas salas y contemplar por dentro el cubo de Moneo y disfrutar de la contemplación del Claustro de los Jerónimos, una vez restaurado, y la pequeña colección de escultura que alberga.

Gran política de divulgación y de aproximación al público que, sin embargo, se agrieta por la parte más importante: la del trato personal.

Acudí anoche a la sesión nocturna del Museo del Prado para contemplar estas dos exposiciones y pasar un par de horas agradables antes de cenar. La noche era lluviosa y afortunadamente llegamos muy puntuales. A las 20.27 horas estábamos ante las imponentes puertas de madera de Cristina Iglesias que dan acceso al claustro… y que estaban cerradas a cal y canto. Los otros visitantes aguardaban impertérritos bajo sus paraguas, calándose. Una señorita funcionaria del museo aguardaba junto a ellos protegida por un anorak con capucha. Empecé a inquietarme porque no me pareció ni medianamente razonable que nos tuvieran bajo el aguacero. Afortunadamente abrieron sin demora. Las gigantescas puertas comenzaron a abrirse lentamente como si de la cueva de Ali Babá se tratara.

Íbamos a entrar al pequeño espacio cubierto que queda entre esta entrada y las segundas puertas, más funcionales, de cristal, cuando salió un guardia jurado y se situó justo a un centímetro de donde caía el agua. Un poco más y se hubiera mojado el flequillo. Allí comenzó a pedir las entradas. El no se mojaba, pero nosotros sí. Algunos le dijimos que revisara las entradas cuatro pasos más atrás para que la fila pudiera estar al resguardo de la lluvia. Pero como el que oye llover. Se ve que algunos guardias jurados consideran que todo ciudadano es un presunto delincuente que debe ser tratado con dureza.

Una vez dentro me quejé a la primera persona que encontré allí, una mujer con aspecto de funcionaria. Me sonrió y se encogió de hombros. Luego resultó ser la guía. Nadie hizo nada.

Ya entré de mal talante. Es la primera vez, por cierto que veo a un guardia jurado haciendo funciones de taquillero en museo. ¿Es que el Prado no tiene suficientes empleados?

El paseo relajado entre las obras de Maíno, la gran competencia de la guía y el ambiente de paz que se respira en todo museo (más en este caso, sin aglomeraciones) me devolvió la tranquilidad dentro de mis zapatos mojados.

Pero mediada la visita, el grupo que venía detrás nos alcanzó. No sé si porque el guía que llevaban, un chico joven, tenía mucha prisa por acabar o es que su discurso era más limitado que el de la nuestra. Comenzaron a solaparse las explicaciones de uno, a dificultar la audición y a resultar incómoda la visita. Pero el colmo de la desfachatez fue cuando una ujier le dijo a nuestra guía que se diera más prisa. Jamás había visto nada semejante. Nuestra guía aceleró y al final nos pidió disculpas por tantas prisas, aunque la calidad de sus explicaciones no bajó un ápice.

Señores responsables del Museo del Prado, de nada sirve invertir dinero, hacer exposiciones y volcarse en programas divulgativos de la institución si luego falla lo fundamental: el trato humano, la educación, la cortesía y el mimo al cliente, que además se ha gastado su dinero. Están ustedes todavía muy lejos de conseguir para el Museo del Prado aquello que con tanto acierto Ruiz-Gallardón definió hace años como EXCELENCIA. Porque de nada sirve la excelencia empresarial si no va acompañada de la excelencia en el trato y el respeto hacia aquellos que hacen posible el éxito de su gestión y que además les pagan sus salarios a través de los impuestos: los ciudadanos.

Comentarios

  1. Comprendo, el eterno problema español: ni con los mejores sistemas se consigue que la gente cambie el chip de pan y patatas. Harán falta dos generaciones (y mucha suerte) para empezar a limpiar de la conciencia colectiva el franquismo arraigado en el país. Aunque mirando a los vecinos italianos... igual tampoco.

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  2. Maño, yo no creo que en este caso sea un problema español como dices. Aquí se juntan la falta de profesionalidad de un guardia jurado (no todos son así) y la falta de previsión de los responsables del Museo para dar las isntrucciones pertinentes.
    Me jode reconocer esto pero te diré: En El Corte Inglés, lo primero que le dicen al empleado cuando va a hacer el cursillo para ingresar en la empresa, es que el cliente siempre tiene razón (un lema muy viejo pero que aplican muy pocos). Nunca verás a un vendedor levantar la voz ni discutir con un cliente... y si vas descambiar un producto no te ponen la menor pega. Luego tiene sus cosas, pero en ese aspecto son impecables.
    El Prado ha mejorado muchísimo en los últimos años, pero no se puede dejar la admisión de visitantes (es decir el primer contacto entre empresa y cliente) en manos de un fulanoo cuyo cometido es la seguridad que además pertenece a otra empresa. El problema es de actitud del tipo ese que, como decía un amigo, debería estar vigilando una obra de noche y bajo la lluvia.
    En cuanto a eso de meter prisa a los guías, eso es culpa absoluta de los funcionarios del museo.

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  3. De ahí a ponerte un sello en la manita o una calcomanía poco falta.

    ¿Venden ya palomitas a la entrada?

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  4. [Pà, no des ideas...]

    Por un poquitín de agua de ná...
    ¿No os cachearon antes de entrar? Hubiera sido francamente divertido, al menos, para los que te leemos xD. En cualquier caso, alma cándida, ¿prestote la visita o no?. Pues, eso: Y lo bien que lo pasemos, mañana, volvemos Ea.

    [Voz en off: ¿explique ya lo que significaba prestar en Asturias? Es que ya ni me acuerdo]

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  5. Pues no es mla idea esa, vecino, ojalá pudiera entrar uno comiendo palomitas en el museo. Desde luego molestaría menos que en el cine.

    Kir, el cacheo hasta lo hubiera entendido. No sea que haya algú loco que pase con una podadora para hcer añiscos los cuadros.
    Yo creo qie sí me presote (aunque solo intuyo el significado del palabro)

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  6. Prestar significa algo así como gustar, pero con el añadido de que te deja con buen cuerpo, campechano y feliz de la vida, por así decirlo. Ye como volver en invierno pa casa y tomar un chocolatín caliente:
    ^^ presta ^^
    ¿Captas ahora el concepto abstracto? :D

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  7. Sí, Kir, creo que lo intuí al principio. Se ve que el bable es muy intuitivo

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  8. Los guardias jurados son gente cultivada, responsables y utiles hacen lo que les mandan y hacen lo que les mandan, y... como su sentido comun queda anulado por la orden superiro de hacer ..muro total. La formación de las empresas es así, y claro pasa lo que pasa.
    Un salud y encantado de encontrar este espacio
    Salud

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  9. El Pinto, bienvenido a este espacio. Creo que tienes razón en parte, en lo que se refiere a la preparación. pero yo conozgo guardias jurados que usan el sentido común y tienen educación, cosa que en otros birlla por su ausencia... y no es achacable a la instrucción recibida, sino a la que han mamao desde niños. El que no da, no da.

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  10. Anónimo4:20

    Yo soy Museologa, aunque trabajo en el sector de Parques temáticos didácticos.Si me lo permiten indicarles que en ESPAÑA generalmente se trata humanamente muy bien al público, por nuestro carácter extrovertido. El problema es la PROFESIONALIDAD del personal y las condiciones de trabajo, malos sueldos y ningún tipo de incentivos a la productividad, sumado al mal ambiente general de unos centros que generan perdidas y se gestionan a mínimos. Pero en terminos generales la gente responde a la amabilidad y buen rollo , con amabilidad y buen rollo. Prueben la formula, hasta que el mundo consiga ser perfecto.

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  11. Lamento discrepar en parte de lo que dices. No siempre a la amabilidad se responde con amabilidad. Les pedimos con amabilidad y educación que no nos dejaran bajo la lluvia y se lo pasaron por el forro, como se dice vulgarmente. En cualquier institución, incluida un museo, la calidad viene dada por el componente humano y por el museológico o material. Si falla uno de los dos, la institución está lejos de lo que yo llamé excelencia. Al Prado le falta profesionalidad y buena educación en algunos de sus miembros.
    En cuanto al bajo sueldo, esa no es razón para maltratar a la gente, entre la que quizá hubiera personas con menos suelo que esos funcionarios pero no por eso lo dejaron ver en su comportamiento.

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