No nos basta con haber perdido los restos de hombres ilustres como Diego Vélazquez, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Ruiz de Alarcón o Francisco de Zurbarán. Ahora, tras la decisión de la Audiencia Nacional, seguiremos sin saber dónde está el poeta Federico García Lorca.
La tumba de Velázquez se perdió por culpa de José Bonaparte, que arrasó la iglesia de San Juan Bautista, donde reposaban, para ampliar la plaza ante el Palacio Real.
Los restos de Lope de Vega y de Cervantes han tenido vidas paralelas. Ambos fueron enterrados en nichos de sendas iglesias madrileñas. El Fénix de los Ingenios, al ser un personaje de prestigio en su momento, fue sepultado con cierto boato en un nicho de la de San Sebastián. Allí permaneció muchos años hasta que la desidia de los poderes públicos y la incuria de la Iglesia provocaron que sus restos fueran arrojados al osario de dicha iglesia por el impago del alquiler del nicho. Exactamente lo mismo le sucedió al creador de El Quijote en su sepultura del convento de las Trinitarias. Acabó en el osario.
También los restos del dramaturgo Pedro Ruiz de Alarcón acabaron en el osario del mismo templo que Lope de Vega y los huesos de ambos, pese a que no simpatizaban en vida, estarán hoy día entremezclados compartiendo el mismo olvido de la fosa común.
El caso de Francisco de Zurbarán, paisano y amigo de Velázquez, tiene más delito. En 1836 el jefe de gobierno de entonces, Juan Álvarez de Mendizábal, llevó a cabo una importante desamortización eclesiástica. Uno de los edificios desamortizados fue el Convento de los Agustinos Recoletos (de aquí viene el nombre del paseo madrileño). Allí estaba enterrado Zurbarán. El convento fue derribado y los restos del pintor se perdieron para siempre. El solar lo compró… Mendizábal. Los pelotazos y la especulación no es algo nuevo, ya tienen una amplia tradición en España Hoy día el solar lo ocupan la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico.
Ahora, después de más setenta años, cuando esperábamos que se corrigiera una de las ignominias más grandes de la cultura de este país, con la recuperación de los restos de Lorca, la Audiencia Nacional lo paraliza todo. ¿Es posible imaginar que cualquier otro país que no sea España haya permitido mantener a una de sus glorias más importantes tirada como una basura en un campo? ¿Tan difícil de comprender es que cada día que pasan los restos de Lorca abandonados como un perro nos echamos una paletada de mierda sobre nosotros mismos?
La decisión del juez Baltasar Garzón de abrir una causa general contra el franquismo puede ser discutible desde un punto de vista jurídico, pero lo que es induscutible es que cualquier persona, por humilde que sea, tiene derecho a exigir de los poderes públicos que rescate a sus familiares de las cunetas.
Por ende, la Administración tiene la obligación de rescatar esos restos de personas anónimas para que sean enterrados con dignidad. Y también tiene la obligación de rescatar a los personajes ilustres que son Patrimonio de la Humanidad, como Lorca, incluso en contra de la voluntad de sus familias, para que la ciudadanía del mundo pueda visitarlos y palpar su mausoleo.
La tumba de Velázquez se perdió por culpa de José Bonaparte, que arrasó la iglesia de San Juan Bautista, donde reposaban, para ampliar la plaza ante el Palacio Real.
Los restos de Lope de Vega y de Cervantes han tenido vidas paralelas. Ambos fueron enterrados en nichos de sendas iglesias madrileñas. El Fénix de los Ingenios, al ser un personaje de prestigio en su momento, fue sepultado con cierto boato en un nicho de la de San Sebastián. Allí permaneció muchos años hasta que la desidia de los poderes públicos y la incuria de la Iglesia provocaron que sus restos fueran arrojados al osario de dicha iglesia por el impago del alquiler del nicho. Exactamente lo mismo le sucedió al creador de El Quijote en su sepultura del convento de las Trinitarias. Acabó en el osario.
También los restos del dramaturgo Pedro Ruiz de Alarcón acabaron en el osario del mismo templo que Lope de Vega y los huesos de ambos, pese a que no simpatizaban en vida, estarán hoy día entremezclados compartiendo el mismo olvido de la fosa común.
El caso de Francisco de Zurbarán, paisano y amigo de Velázquez, tiene más delito. En 1836 el jefe de gobierno de entonces, Juan Álvarez de Mendizábal, llevó a cabo una importante desamortización eclesiástica. Uno de los edificios desamortizados fue el Convento de los Agustinos Recoletos (de aquí viene el nombre del paseo madrileño). Allí estaba enterrado Zurbarán. El convento fue derribado y los restos del pintor se perdieron para siempre. El solar lo compró… Mendizábal. Los pelotazos y la especulación no es algo nuevo, ya tienen una amplia tradición en España Hoy día el solar lo ocupan la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico.
Ahora, después de más setenta años, cuando esperábamos que se corrigiera una de las ignominias más grandes de la cultura de este país, con la recuperación de los restos de Lorca, la Audiencia Nacional lo paraliza todo. ¿Es posible imaginar que cualquier otro país que no sea España haya permitido mantener a una de sus glorias más importantes tirada como una basura en un campo? ¿Tan difícil de comprender es que cada día que pasan los restos de Lorca abandonados como un perro nos echamos una paletada de mierda sobre nosotros mismos?
La decisión del juez Baltasar Garzón de abrir una causa general contra el franquismo puede ser discutible desde un punto de vista jurídico, pero lo que es induscutible es que cualquier persona, por humilde que sea, tiene derecho a exigir de los poderes públicos que rescate a sus familiares de las cunetas.
Por ende, la Administración tiene la obligación de rescatar esos restos de personas anónimas para que sean enterrados con dignidad. Y también tiene la obligación de rescatar a los personajes ilustres que son Patrimonio de la Humanidad, como Lorca, incluso en contra de la voluntad de sus familias, para que la ciudadanía del mundo pueda visitarlos y palpar su mausoleo.
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