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El encuentro de Descartes con Pascal joven

Mientras varias decenas de miles de personas (dicen las crónicas que cien mil) se agolpaban en la glorieta de la Cibeles para crear un mosaico humano con el que impresionar al Comité Olímpico Internacional, poco menos de un centenar de privilegiados, entre los que me contaba, asistíamos allí cerca, en el teatro Infanta Isabel, a una de las mejores representaciones teatrales que recuerdo haber visto en los últimos tiempos: El encuentro de Descartes con Pascal joven.

Un privilegio, previo pago de 25 euros, es degustar la interpretación que Josep María Flotats (que además dirige la obra) hace de un René Descartes ya maduro y de vuelta de casi todo, rebosante de cinismo pero también de sentido común y de lógica aplastante.

Frente a él, un joven brillante, Blaise Pascal (interpretado por Albert Triola), atormentado en su búsqueda de Dios, exaltado y dispuesto a la renuncia más absoluta del pensamiento y de la razón para no alejarse de la gracia divina.

Ambos actores, solos en un escenario austero, debaten brillantemente con los inteligentes diálogos creados por Jean-Claude Brisville, autor de la obra. Flotats brilla como nunca, impresiona contemplar el dominio absoluto que tiene de las tablas, de la dicción, de la gestualidad, es un placer observar cómo administra los tempos de una obra que dura poco más de setenta minutos.

Descartes y Pascal debaten a veces acaloradamente. El primero es la razón, el segundo la superstición jansenista de alguien que apunta ya su vocación sacerdotal; Descartes defiende el valor del pensamiento, la ecuanimidad, el sentido común, la tolerancia y la relativización de las cosas incluso con sentido del humor. Pascal, enfermo, es dogmático, busca imponer sus valores, es maximalista y rígido en su interpretación del mensaje cristiano.

Pascal renuncia a la ciencia porque, afirma, le aleja de Dios. Cuanto más conoce más confundido está. Propone estar alerta y despierto siempre para no perder la gracia divina.

Descartes le replica con sorna que, sin embargo, él está poco vigilante porque duerme diez horas diarias y a veces se levanta de la cama con sueño. A Pascal le indigna esa actitud y el viejo filósofo le responde que la holganza no es improductiva y le da una respuesta que es toda una declaración de principios: “El ocio es un taller subterráneo en el que nuestro pensamiento trabaja sin que nosotros nos demos cuenta”.

Después desvela que su reconocido Método se le ocurrió en tres sueños consecutivos que tuvo una noche, y que lo desarrolló “sentado a la estufa”.

En un momento determinado, después de defender que su comportamiento procura ser siempre coherente con lo que piensa, reconoce, no obstante, que no se atrevió a publicar un estudio de astronomía que le había ocupado tres años de su vida. “Llegué a las mismas conclusiones heliocentristas que Galileo y visto lo que le pasó a él…”.

Entonces Pascal le reprocha que se haya dejado condicionar por lo que puedan opinar los demás sobre su trabajo. Pero Descartes, en una frase genialmente interpretada por Flotats, se excusa: “la Iglesia es poderosa y suspicaz y yo no soy valiente todos los días”.

El encuentro de Descartes con Pascal joven. Una obra que hace pensar sin que nos demos cuenta. Puro ocio, que diría Descartes.

Comentarios

  1. Pues sí que tiene buena pinta. Que suerte tenéis de tener los grandes teatros a mano.

    Un saludo.

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  2. Anónimo8:58

    Sospecho que tiene diálogos tan brillantes que habría que verla en un DVD para poder pausarlo y dar tiempo a asimilar todo lo que dice. Eso sí, primero hay que vivirlo en el teatro.
    Salu2

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  3. Juanjo, si la verdad es que salí impresionado del teatro, y muy complacido.
    ¿Grandes teatros? Alguna ventaja tenía que tener vivir en la capital.

    Markos, es cierto. En DVD o escrito porque hay frases que merece la pena dedicarlas al menos 5 minutos. En estos casos, en el teatro tenía que suceder como en las comedias de la tele con risas enlatadas, que se deja una pausa de unos segundos para digerir la chorrada.

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  4. Flotats es uno de esos hombres de teatro, y no hay tantos o, por lo menos, no se les ve, que están ya por encima del bien y del mal. Un monstruo, pero un tanto engreído.

    Parece que ha encontrado la fórmula que más se acomoda a su hacer. Esta obra, que no he visto, me recuerda a la que montó con Carmelo Gómez. Un recital de interpretación. Al chaval que lo acompaña ahora no lo conozco; pero si Flotats lo ha elegido, no puede ser malo.

    Luego está la otra cara de la moneda: el Flotats que se pasa de la raya, en plan superestrella. Ocurrión con Arte, por ejemplo. Menos mal que estuvieron Carlos Hipólito y, sobre todo, José María Pou para darle la réplica.

    De unos años a este, suelo salir decepcionado, en mayor o menor grado, del teatro, salvo contadas excepciones. De lo último que he visto, el Tito Andrónico de Animalario me pareció un fiasco, Muerte de un viajante pecaba de un reparto desigual y de un desigual ritmo, aunque el actor protagonista era bueno.

    De lo que hay, me veo obligado a decidir entre la Fedra que dirige Plaza (esto es una garantía), pero protagoniza, ay, Ana Belén, que suele pasarse de rosca, la Bernarda, con Nuria Espert, con quien sucede otro tanto. Me apunto la de Flotats, porque se puede esperar algo bien hecho, pese a la discursividad que, según lo que cuentas y comentas, tiene el texto. La semana que viene veremos qué ha perpetrado Narros, director muy desigual, sobre todo cuando elige elenco en función de lo que le dicta la bragueta, con una obra de Alonso de Santos, La cena de los generales. No sé: me pica la curiosidad ver en un tablado a Sancho Gracia.

    Y, por supuesto, esperar que alguien se decida a traer a La Zaranda con su último montaje y encontrarse con sorpresas en algún espacio, digamos, alternativo.

    Mientras tanto, por ahí tenemos a buenos actores como Pepón Nieto o Nancho Novo haciendo bodrios para sobrevivir y a los mejores de las nuevas generaciones (pienso, por ejemplo, en Roberto Enríquez) en la tele, por lo mismo.

    Y luego que si Bieixto o que si Rigola, que no han salido de Artaud o de Cantor para que se les caiga la baba a algunos entendidos pedantes.

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  5. Vecino, vengo de cenar (algo empachado) y me encuentro con tu comentario. No me resisto a responderte, pese a mi sopor (me he tomado una caipiriña que no se la salta un gitano).
    En esta obra Flotats está mayúsculo. Te la recomiendo vivamente para que se te quite el regusto amargo que te dejó con Arte. Yo tuve la suerte de ver esa obra, casualmente también en el Infanta Isabel, pero fue con actores argentinos, con Ricardo Darín a la cabeza. Fue sencillamente deliciosa.
    Mencionas a grandes actores, como Pepón (existe la tendencia en este país a minisvalorar al actor cómico). Yo le vi en "La cena de los idiotas" y estaba majestuoso. No sé, quizá tengo suerte o quiza tiendo a valorar mucho el teatro. Creo que el solo hecho de estar sobre las tablas tiene un mérito excepcional.
    El compañero de Flotas en esta obra sí que me parece que va un poco sobreactuado a pesar de que su papel sea el de un Pascal algo hiperbólico.
    Has mencionado Zaranda: tendrás que irte a Sevilla para verlos, están representando "Futuros difuntos". No es que yo los siga, pero da la casualidad de que esta mañana, por motivos de trabajo, toque el asunto.

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  6. ¿Y nadie puede pasarla a vídeo y a youtube o algo así?

    Es una pena que las cosas buenas se pierdan y las malas las saquen todos los días por la tele y por internet.

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  7. No estaría mal eso de pasarlo a DVD. Naturalmente debería ser iempo después de que dejara de reprsentarse. Aunque se pierde la magia de ver a los actores frente a ti, en directo

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