Mientras Leandro Honrubia combatía al francés en Navarra, su maestro, Francisco de Goya, recibía un encargo delicado: pintar al rey intruso José Bonaparte. Goya era el pintor real y además había jurado fidelidad al nuevo monarca, pero su afrancesamiento chocaba en su fuero interno con los métodos violentos de la invasión francesa.
El pintor, siempre ingenioso, decidió pintar a Bonaparte dentro de un medallón incluido en un cuadro general alegórico sobre Madrid. Así cumplía el encargo pero al tiempo evitaba pintar un retrato clásico del Rey Plazuelas como había hecho con los miembros de la familia real española.
Con la huida de Bonaparte en julio de 1812, se optó por sustituir el rostro del rey por la palabra CONSTITUCIÓN, en alusión a la de Cádiz del Doce, pero en noviembre regresó José y con él su efigie al cuadro.
En 1813 el rey intruso se marchó definitamente de España y el ayuntamiento madrileño pidió a Goya que repintase CONSTITUCIÓN.
En 1814, entró triunfante en Madrid Fernando VII y su rostro se convirtió en el nuevo motivo del medallón. Tras el pronunciamiento de Riego, en 1820, Fernando desapareció del cuadro y en su lugar se inscribió de nuevo CONSTITUCIÓN. Tres años después, Fernando volvió al absolutismo y al cuadro pero con tan mala calidad que, finalmente, en 1872, se encargó a Vicente Palmaroli que le diera el aspecto que luce hoy, con la leyenda: DOS DE MAYO.
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