Mi novela Las creyendas de San Porfirio --que acabo de publicar traducida al gallego como As crendas de San Porfirio en la editorial Papilosante-- tiene su origen en un hecho real que ocurrió en Galicia allá por 1998 y que tuvo cierta repercusión en la prensa.
Un jubilado que había comprado un cupón de la ONCE, Juan Villasante, falleció de forma repentina pocos días antes del sorteo en el que su boleto resultó premiado con cinco millones de pesetas. La familia buscó el cupón pero no lo halló. Finalmente resolvió que estaría en alguno de los bolsillos del traje que llevaba puesto cuando murió... y con el que lo enterraron. Pidieron la exhumación del cadáver pues cinco millones de pesetas no es cosa de tomar a broma. Sin embargo, no fue necesario porque poco después la ONCE confirmó que todos los cupones premiados en el pueblo habían sido cobrados.
¿Quién cobró los cinco millones correspondientes al cupón de don Juan Villasante? Un vecino de la localidad, que defendió a puñetazos ante un miembro de la familia del interfecto que él también había comprado un cupón. La cosa no quedó clara y la Justicia investigó el caso. Todos fueron sopechosos, desde el vecino que cobró el cupón hasta un empleado de la funeraria, pasando por la ATS del centro de salud donde se atendió al moribundo.
En As crendas de San Porfirio parto de ese acontecimiento como excusa para desarrollar una novela rocambolesca en la que el hijo del fallecido, apenas salido de la adolescencia, ha de viajar a Madrid desde su pequeño pueblo en Galicia para recuperar, no solo el dinero, sino la memoria de su padre, que llevaba una doble vida. En esa odisea, Marcial,que así se llama el chico, deberá enfrentarse a toda clase de granujas, narcotraficantes y corruptos de medio pelo. Eso sí, apoyado siempre por su querida novia, Margarita, y un esquizofrénico que hace verdaderos esfuerzos por mantener la cordura. Es este precisamente, que trabaja como enterrador en el pueblo, quien relata la historia en un novedoso ejercicio terapéutico impuesto por los doctores que lo tratan. De ahí el subtítulo de la obra: Diario terapéutico de un esquizofrénico.
La novela puede adquirirse (o encargarse) en las principales librerías gallegas o pedírsela directamente a Papilosante a través de su web.
En este enlace se indica media docena de librerías gallegas en los que está disponible.
Para todo aquel que quiera profundizar en la historia real de la que he hablado, dejo aquí tres enlaces (uno, dos y tres). Merece la pena leer las crónicas periodísticas de aquel tiempo. Lo que ignoro es cómo acabó la investigación judicial.
Os dejo el comienzo de la novela. Naturalmente en gallego:
A MORTE
Coñecín a Marcial no cemiterio, durante o enterro do seu pai. Non choraba, a diferenza do resto dos parentes, aínda que era o único que sentía a morte de don Onofre. Quedou só ante a fosa esperando a que eu rematase de botar a terra sobre o féretro. Os demais marcharon rapidamente en canto don Felipe terminou o seu responso. Chovía e non era agradable aguantar alí, mollados ata os ósos e cos zapatos cheos de barro.
Cando acabei, o mozo deume unha propina. Nada, pouca cousa, pero emocionoume porque nunca me deran unha propina por botar terra sobre un parente. Quizais se deba a que ninguén adoita quedar ata o final. Ser enterrador non é un traballo que desexe moita xente. En realidade ninguén o quere, por iso mo deron a min cando cheguei á vila, a primavera pasada. Din que non estou ben, que hai algo na miña cabeza que non marcha como cómpre, que fago e digo cousas raras; en resumo, que estou tolo; pero eu non acabo de comprender onde está o problema.
En fin, polo menos conseguín emprego, que non é pouco, e aínda que non era apaixonante, dábame para vivir e non me esixía moito esforzo. Esta é unha vila pequena que, ademais, segundo din as estatísticas, ten o récord de lonxevidade de toda Galicia, polo que me daba pouco traballo: arrombar o camposanto e algún enterro esporádico.A xente alcanza facilmente os cen anos en Vilabouta. Talvez sexa a tranquilidade que se respira, ou o clima; vai tanto frío
que todos se conservan mellor. Eu perdín algunha engurra da fronte nas primeiras semanas. Rexuvenecín. Non é broma.
O caso é que na vila non morre ninguén nin de vello.
Un jubilado que había comprado un cupón de la ONCE, Juan Villasante, falleció de forma repentina pocos días antes del sorteo en el que su boleto resultó premiado con cinco millones de pesetas. La familia buscó el cupón pero no lo halló. Finalmente resolvió que estaría en alguno de los bolsillos del traje que llevaba puesto cuando murió... y con el que lo enterraron. Pidieron la exhumación del cadáver pues cinco millones de pesetas no es cosa de tomar a broma. Sin embargo, no fue necesario porque poco después la ONCE confirmó que todos los cupones premiados en el pueblo habían sido cobrados.
¿Quién cobró los cinco millones correspondientes al cupón de don Juan Villasante? Un vecino de la localidad, que defendió a puñetazos ante un miembro de la familia del interfecto que él también había comprado un cupón. La cosa no quedó clara y la Justicia investigó el caso. Todos fueron sopechosos, desde el vecino que cobró el cupón hasta un empleado de la funeraria, pasando por la ATS del centro de salud donde se atendió al moribundo.
En As crendas de San Porfirio parto de ese acontecimiento como excusa para desarrollar una novela rocambolesca en la que el hijo del fallecido, apenas salido de la adolescencia, ha de viajar a Madrid desde su pequeño pueblo en Galicia para recuperar, no solo el dinero, sino la memoria de su padre, que llevaba una doble vida. En esa odisea, Marcial,que así se llama el chico, deberá enfrentarse a toda clase de granujas, narcotraficantes y corruptos de medio pelo. Eso sí, apoyado siempre por su querida novia, Margarita, y un esquizofrénico que hace verdaderos esfuerzos por mantener la cordura. Es este precisamente, que trabaja como enterrador en el pueblo, quien relata la historia en un novedoso ejercicio terapéutico impuesto por los doctores que lo tratan. De ahí el subtítulo de la obra: Diario terapéutico de un esquizofrénico.
La novela puede adquirirse (o encargarse) en las principales librerías gallegas o pedírsela directamente a Papilosante a través de su web.
En este enlace se indica media docena de librerías gallegas en los que está disponible.
Para todo aquel que quiera profundizar en la historia real de la que he hablado, dejo aquí tres enlaces (uno, dos y tres). Merece la pena leer las crónicas periodísticas de aquel tiempo. Lo que ignoro es cómo acabó la investigación judicial.
Os dejo el comienzo de la novela. Naturalmente en gallego:
A MORTE
Coñecín a Marcial no cemiterio, durante o enterro do seu pai. Non choraba, a diferenza do resto dos parentes, aínda que era o único que sentía a morte de don Onofre. Quedou só ante a fosa esperando a que eu rematase de botar a terra sobre o féretro. Os demais marcharon rapidamente en canto don Felipe terminou o seu responso. Chovía e non era agradable aguantar alí, mollados ata os ósos e cos zapatos cheos de barro.
Cando acabei, o mozo deume unha propina. Nada, pouca cousa, pero emocionoume porque nunca me deran unha propina por botar terra sobre un parente. Quizais se deba a que ninguén adoita quedar ata o final. Ser enterrador non é un traballo que desexe moita xente. En realidade ninguén o quere, por iso mo deron a min cando cheguei á vila, a primavera pasada. Din que non estou ben, que hai algo na miña cabeza que non marcha como cómpre, que fago e digo cousas raras; en resumo, que estou tolo; pero eu non acabo de comprender onde está o problema.
En fin, polo menos conseguín emprego, que non é pouco, e aínda que non era apaixonante, dábame para vivir e non me esixía moito esforzo. Esta é unha vila pequena que, ademais, segundo din as estatísticas, ten o récord de lonxevidade de toda Galicia, polo que me daba pouco traballo: arrombar o camposanto e algún enterro esporádico.A xente alcanza facilmente os cen anos en Vilabouta. Talvez sexa a tranquilidade que se respira, ou o clima; vai tanto frío
que todos se conservan mellor. Eu perdín algunha engurra da fronte nas primeiras semanas. Rexuvenecín. Non é broma.
O caso é que na vila non morre ninguén nin de vello.
Andaaaaa...s...si se entiende!!! carallu!!
ResponderEliminar¡Atila, es que tú eres muy leído!
EliminarRecordo perfectamente o feito. Tampouco sei dar fe do final, creoque foron os da funeraria, pero non me queda claro. Mercarei o libro, nembergantes fas mal dicindo que non deches ca solución! ¿Ou tal vez pensas publicar a continuación?
ResponderEliminarHola, César, me alegro que te haya llamado la atención la historia. Como digo en el post, el suceso aquel es solo la excusa para iniciar la novela. El desarrollo no tiene nada que ver con el hecho verídico.
EliminarEspero que te guste si finalmente la compras. Y espero que me comentes tus impresiones por aquí.
No, no habrá segunda parte.
Magnífico planteamiento, Pakolas, y es cierto que se entiende muy bien en gallego (me encanta lo de «Coñecín a Marcial...», ah, y lo de «que estou tolo», que debe ser el origen de «estar tolai»).
ResponderEliminarPues lo mismo viene de ahí lo de tolai. Gracias, Jaimolas.
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