Poco a poco se van introduciendo en nuestro lenguaje, en nuestra forma de pensar, sin que nos demos cuenta. Y ahí se quedan para siempre porque los aceptamos con normalidad. Alguien decide calificar como ecoterrorismo a las acciones más o menos llamativas que llevan a cabo determinados grupos radicales ecologistas, como liberar a los animales presos en las granjas de visones, y se da por válido sin la menor objeción, enseguida asumimos el concepto y lo incorporamos a nuestra forma de expresarnos.
Hasta los medios de comunicación, impulsados por determinadas notas redactadas por no se sabe quién desde algunas instituciones oficiales, se atreven a publicar que determinadas personas han sido detenidas acusadas de ecoterrorismo a pesar de que no existe tal delito, no está en el Código Penal ni figura por ningún lado en la legislación española con esa terminología.
Y ya se queda el concepto para siempre, colocando a los activistas radicales semánticamente cerca del terrorismo.
¿Cómo denominar entonces a quienes talan los bosques, cubren las costas de ladrillos o contaminan los mares y el medio ambiente? ¿Hemos de usar el mismo término de ecoterrorismo para ellos, poniéndolos en el mismo plano que aquellos que simplemente boicotean una granja de visones?
Está claro que se trata de una manipulación de la realidad a través de la perversión del lenguaje. Lo que está por ver es si se hace de forma inconsciente o intencionada.
Hasta los medios de comunicación, impulsados por determinadas notas redactadas por no se sabe quién desde algunas instituciones oficiales, se atreven a publicar que determinadas personas han sido detenidas acusadas de ecoterrorismo a pesar de que no existe tal delito, no está en el Código Penal ni figura por ningún lado en la legislación española con esa terminología.
Y ya se queda el concepto para siempre, colocando a los activistas radicales semánticamente cerca del terrorismo.
¿Cómo denominar entonces a quienes talan los bosques, cubren las costas de ladrillos o contaminan los mares y el medio ambiente? ¿Hemos de usar el mismo término de ecoterrorismo para ellos, poniéndolos en el mismo plano que aquellos que simplemente boicotean una granja de visones?
Está claro que se trata de una manipulación de la realidad a través de la perversión del lenguaje. Lo que está por ver es si se hace de forma inconsciente o intencionada.
¿Y si fabrico una bomba 100% biodegradable y con elementos inocuos para el medio ambiente, soy también bioterrorista?
ResponderEliminarNo sé, liberar a todos los animales de, ponte, una peletería, no me parece nada radical. Luego bien que le gusta a la gente tener los montes y las playas limpias, y el agua, venga de donde venga, clara y cristalina. Creo que en este país, no sé como estará el resto, nos falta mucha conciencia ecológica. Vale, nos falta mucha conciencia.
Saludos de uuuy hacía mil que no comentaba ¿que tal todo? :) besicos
Jajaja. Me río, no de su comentario, muy atinado, sino de que me ha venido a la memoria un tipo ecoterrorista relacioando con la flatulencia y al que usted también conoce.
ResponderEliminarun abrazo
Es la neolengua. Pero ocurre que no es tan nueva, ni es tan nuevo el fenómeno. Pensemos, por ejemplo, en la palabra "progreso".
ResponderEliminarKir, mejor que eso son tus clásicas bombas panocheras. ¿Qué fue de ellas?
ResponderEliminarPor cierto, no discuto que queine suelta visones en el campo es un memo, pero de ahí a llamarlo terrorista...
Y sí, hacía mucho que dejabas tu marca indeleble en estas páginas.
Txema, por favor, no seas desagradable a estas horas de la mañana y con este calor... ¿De quién estamos hablando?
Vecino, no me quejo de que se asignen nuevos significados al a las palabras (de acuerdo contigo en lo de progreso), sino de que se asignan determinadas palabras a determinados actos de forma absolutamente injustificada. Entre otras razones porque deja fuera a los verdaderos terroristas contra la naturaleza, quienes se quedan en simples "delitos ecológicos".
Y no olvidemos que "ecoterrorismo" también podría ser terrorismo económico, es decir, lo que practican las agencias de calificación de riesgos (Moody, S&P y Fitch)
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