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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Tengo otro martín burguillo en la pared

Desde la semana pasado tengo un nuevo martín burguillo colgado en una pared de mi casa. Un cuadro muy especial para mí porque lleva mi apellido, Galván , en ruso. Me lo regaló el otro día Alfonso Martín Burguillo , el autor, del que ya he hablado aquí en otras ocasiones con motivo de su obra y sus exposiciones. Fue una sorpresa mayúscula y me hizo mucha ilusión. Te estaré eternamente agradecido, amigo. El cuadro, de 40 x 40 cm, tiene su historia. Hace un par de años más o menos, Alfonso vio en la estantería de mi casa un ejemplar de la traducción rusa de mi novela Las esmeraldas de Cortés y le llamó la atención el diseño de la portada y sobre todo mi apellido trasladado a la grafía cirílica escrito en vertical: Гальван . Se le ocurrió que podría incorporarlo como rótulo a una de las bolsas que pinta en sus cuadros. Algo inusual porque normalmente Alfonso pinta las bolsas tal como son, sin añadirles nada. Así salió de su mano este cuadro que ha dado la vuelta al mundo en dive

"Las creyendas de San Porfirio", en Amazon por 0,95 €

Acabo de incorporar a la tienda virtual Amazon.es mi novela Las creyendas de San Porfirio , un relato que hasta la fecha solo había aparecido en gallego. Quien desee leer Las creyendas puede adquirirla aquí , a un precio más que barato: 0,95 euros . Las creyendas , como ya comenté en este blog para la edición en gallego, es una novela a medias entre el esperpento y la comedia negra en la Galicia de los años ochenta. Un esquizofrénico cuenta su historia en un cuaderno para cumplir una revolucionaria terapia impuesta por los doctores que lo tratan. Explica sus experiencias como enterrador en el concejo de Vilabouta , donde debe dar tierra a don Onofre , un viajante de comercio recién fallecido. Pero a los pocos días del sepelio se descubre que don Onofre, poco antes de morir, había comprado varios décimos de la Lotería de Navidad que resultaron agraciados con el premio Gordo. ¿Dónde están esos décimos?, se pregunta su atrabiliaria viuda. ¡En el traje que le sirvió de

"¿Está ocupada esta silla?", de Max Lemcke

La crisis agudiza el ingenio y muchas de las ideas que surgen impulsadas por la necesidad cuajan y se convierten en brillantes negocios. Quizá el microteatro no naciera de la crisis, pero en España ha tenido un auge enorme gracias a ella. Uno de los locales más destacados de Madrid es Microteatro por Dinero ( teatropordinero.com ), en la calle Loreto y Chicote, 9, con precios de cuatro euros por representanción. Asequible a todos los bolsillos. Estas obras se escenifican en unas habitaciones estrechas y alargadas que más parecen el dormitorio de un submarino, tan pequeñas que el aforo está limitado a quince personas. Pero lo que tiene de incomódo lo gana en proximidad a los actores, que están al alcance de la mano. Los días de función se representa hasta cuatro veces cada obra lo que permite verlas todas mientras te tomas unas copas. Me pasé por allí el pasado miércoles y entre otras asistí al estreno de ¿Está ocupada esta silla? , del director de cine Max Lemcke . Una obra d

Ponga un imbécil en su mesa

Ahora que llega la Navidad (para ateos incluidos) es momento de hacer buenas acciones, por eso desde aquí voy a proponer que ensanchemos el alma, que olvidemos el negro pasado que dejamos atrás con tanto dolor, que obviemos la basura de presente y que pensemos en el oscuro futuro que nos espera ahí mismo, a la vuelta de la esquina, para jodernos un poco más. Pero que esto no nos frustre y, como propongo, hagamos la buena acción de sentar a un imbécil a nuestra mesa . Sí, a un imbécil, pero no hace falta que sea un imbécil desconocido. Seguro que tenemos alguno muy a mano, muy cerquita, quizá en nuestra propia familia. ¿Que cómo saber quién es un imbécil y quién no? Hay muchas formas de imbecilidad, naturalmente, pero la más común es también la más fácilmente detectable. ¿Acaso no conoce a nadie que haya votado el PP? Pues eso. Busque a un tipo que haya votado al PP, es decir, a un soberano imbécil, y siéntelo a su mesa. Pero no para reírse de él, ni para abofetearlo por las funestas